viernes, 27 de enero de 2017

¿Y si hubiera robots inteligentes?

Una de las preguntas clásicas que todos nos hacemos es si realmente podrán existir robots inteligentes. No nos referimos, claro está, a robots que puedan realizar determinadas funciones, sin duda de forma muy precisa y adecuada, sino a si podrían existir robots que desarrollen formas propias de inteligencia que se retroalimente sin ayuda exterior, es decir, robots con pensamiento propio. En esto se halla la base de la inteligencia artificial, un tema tan controvertido como apasionante. De hecho, en este sentido podemos encontrar opiniones para todos los gustos: desde los más visionarios, que dicen que en las próximas décadas encontraremos ya esos robots inteligentes y que incluso conviviremos con cyborgs, mezcla de humanos y máquinas, que darán origen a superhumanos, y otros más conservadores, que consideran que las máquinas, por muy elaborados que sea su concepción y funcionamiento, jamás llegarán a pensar por sí mismas más allá de reacciones previamente aprendidas aunque, eso sí, puedan aprender de sus propios errores. La polémica está servida.
Sylvia Díaz-Montenegro, en su libro El mundo transparente, realiza un breve apunte al respecto:


Sylvia Díaz-Montenegro, El mundo transparente, tecnología, internet, mundo digital, Meridiano Editorial, robots, inteligencia artificial



¿Y si hubiera robots inteligentes?

«Los mundos que describe Asimov son bastante aburridos: mundos cómodos y estancos en los que los seres humanos tienden a aislarse, tanto que llegan a poner en peligro la especie: si no tienes ganas de estar con tus semejantes, tampoco tienes ganas de tener semejantitos con ellos y mucho menos criarlos con ellos, que es lo realmente difícil. La procreación tendría que ser una obligación social, como la antigua mili, profundamente injusta porque no puede ser que él ponga los gametos y yo las varices. El resultado previsible, y así lo describe Asimov, es una granja de bebés gestados in vitro, educados por educadores especialistas y cariñosamente distantes, cada vez más distanciados entre sí. 
En el mundo de Asimov, otros humanos dejan de utilizar robots porque prefieren estar juntos a estar cómodos. Claro que esa decisión la toma un grupo que no tiene robots porque no les caben. La cosa es que este es el grupo que crece y se multiplica y se expande, mientras que los que tienen robots no necesitan crecer ni multiplicarse. ¿Para qué? Con lo estupendamente que se está así, tan tranquilito… El conflicto y la incomodidad es lo que nos mueve como especie. La facilidad no suele ser creativa. Otra cosa es que a algunos tanta creatividad y tanta emoción les sobre un poco.
En cualquier caso, el mundo con robots no se parecería en nada a lo que vemos en películas como La guerra de las galaxias, por ejemplo. Ayer vi una de las entregas de la saga, ¡y los robots se hablaban entre sí! Había capataces de robot y robots que chillaban y un montón más de cosas graciosísimas y totalmente imposibles. Los robots no chillan, porque nada les duele. No hablan, porque simplemente conectándose podrían transmitirse terabytes, es decir millones de megas, billones de datos de información objetiva sin lugar a equívocos. Se trataría de una jerarquía sin discusiones, sin conversaciones, sin negociación. Todo eso es mucho más eficiente que el lenguaje hablado, no da lugar a malentendidos, es exacto y pertinente.  Aunque, como describe Asimov, tampoco tiene ni media gracia.
En cualquier caso, este apartado solo vale para que te des cuenta del terreno que estamos pisando: vida y no vida, conciencia… Grandes temas que siempre deberíamos tratar con antropólogos, psicólogos y filósofos, no con ingenieros genéticos o tecnócratas iluminados: la verdadera importancia y la calidad del ser humano está en lo que hace y cómo se comporta con otros seres humanos. Todo lo demás es secundario. En el caso de los sistemas, seres automáticos que están poblando nuestro mundo, nadie está mirando ni estudiando realmente su comportamiento ni su impacto, mientras que llevamos derramados ríos de tinta sobre cómo se construyen».


Está claro que hay mucho que decir sobre este tema y que en el futuro esta no va a a ser una cuestión de cuatro locos. Es muy probable que tengamos que tomar importantes decisiones al respecto para las que deberemos estar preparados...

Os recomendamos que podéis adquirir el libro El mundo transparente. Un paseo con mi madre por el universo digital sin gastos de envío en la web de Meridiano Editorial, pinchando aquí

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