Ante la sospecha de la existencia de un trastorno
alimentario, la psicóloga Irene Alonso Vaquerizo nos
sugiere en su libro Ana y Mia no quieren ser princesas como ayuda a
familiares y personas cercanas al afectado que, entre otras cosas, iniciemos
conversaciones con este. Para ello nos da los siguientes consejos:
«Puedes abordar este tema directamente, pero ten en cuenta que a
veces no tendrá el efecto esperado. Una de las quejas más frecuentes de las
personas cercanas al afectado, ya sea adolescente o adulto, es la dificultad
para hablar del problema. La persona se suele mostrar esquiva, molesta o
sorprendida, lo que genera mucha frustración y enfado en los cercanos. Voy a
utilizar un ejemplo que seguro que todos podemos entender: para muchas personas
es incómodo hablar de sus problemas aunque sea con su madre o pareja y esa
resistencia se incrementa si la persona que saca el tema lo desconoce por
completo, haciendo imposible ponerse en lugar del otro. Para hablar del tema
podrá ayudarte observar la conducta de la persona e informarte de lo que puede
estar pasando a través de libros o especialistas. Antes de abordar el tema
hemos de preparar el terreno, prestar atención a como está la comunicación con
el afectado. Si esta se halla en un buen momento podrás abordar la cuestión,
para ello la información previa puede ser positiva. Sin embargo, hay que tener
en cuenta que es bastante frecuente cuando aparece un problema de este tipo que
las relaciones se tensen y crispen. Por tanto lo primero es favorecer la
comunicación. ¿Cómo se hace eso? Pues con mucha paciencia y buena voluntad y
sin perder el objetivo, que es ayudar al otro. Comienza por hablar de cualquier
actividad común o de interés de la persona. Trata de desbloquear la situación,
acércate con una atención sincera al otro. Una vez restablecida la
comunicación, podréis expresar o comentar vuestras observaciones utilizando
frases del tipo: "Hace tiempo que te noto nerviosa", "Te veo
agobiado y descansas poco", "Te noto triste", "¿Sabes qué
te pasa?", "¿Qué te preocupa?"... Es decir, comentar aquello que
observes diferente en su actitud o en su comportamiento. Como verás no estoy
diciendo nada respecto a la alimentación, la imagen corporal o el deporte.
Estas manifestaciones, sobre todo cuando la comunicación no es buena, es mejor
no abordarlas al principio de la conversación o en la primera charla, ya que
sin duda habrá muchas más. No lo considero positivo por tres motivos:
Primero:
Lo que vemos desde fuera no es el problema. Las alteraciones con
la comida, el peso, la imagen, etc..., solo son la punta del iceberg. Estas
actitudes no son el centro de la cuestión, sino que este lo constituye el
sufrimiento emocional. No darse cuenta de esto sería como regañar a alguien
porque sus notas han bajado cuando resulta que tiene un problema de vista y no
ve la pizarra. Además, predispone a la persona en contra, puesto que el
trastorno es la única forma que ha encontrado para hallar la calma ante su
malestar interno (ansiedad u otras emociones). En definitiva, es como querer
parar los síntomas de una infección con analgésicos sin prestar atención a lo
que la produjo. Aunque no sepamos su origen, sabemos que eso no cura, que solo
quita el dolor.
Segundo:
La insistencia a hablar de comida solo genera distanciamiento. Es
posible que anteriormente ya se hayan hecho muchas referencias a la
alimentación o al ejercicio, sin ningún resultado positivo. Del mismo modo
tampoco recomiendo decir frases del tipo: "Ya sé lo que te pasa, tienes
anorexia", "Comiendo así te vas a meter en un problema"...
Recordemos que el problema es emocional, aunque ello pueda llevar a
consecuencias físicas que, desde luego, habrán de considerarse en el tratamiento.
Recuerda que tú no eres el experto, eres una persona de la confianza del
afectado que pretende comunicar su preocupación y dar apoyo en el proceso.
Tercero:
Es preciso conocer la fase de conciencia en la que se encuentra el
afectado, (es decir, la comprensión que tiene este de lo que le pasa). La
conversación variará según la aceptación que el mismo tenga del problema y sus
ganas de cambiar.
En resumen, es posible que el afectado piense que no le sucede
nada, que lo puede controlar, que no desea cambiar o bien que tenga miedo a no
poder hacerlo... Es bastante frecuente que la persona no esté preparada para
escuchar que eso que le sucede tiene un nombre. Por tanto, dado que tu interés
primordial es acercarte para expresar tu preocupación, ayudar a que tome conciencia
de su situación y generar un movimiento en el otro, utiliza un lenguaje que
entienda y no le predisponga al enfado. Para ello, es necesario apoyarte en
hechos observables como: "Últimamente no te veo reír", "Estás
malhumorada por cualquier cosa", "Creo que no estás bien",
"Yo estoy aquí para escucharte y ayudarte", "¿Qué podríamos
hacer?"... Según como vaya esa primera conversación y en virtud también de
la edad del afectado, podrás expresar más tus observaciones con la comida:
"Estoy notando que estás preocupada por la figura y eso no te deja
disfrutar", "Veo que has variado tu peso", "Estás tenso en
las comidas", "Creo que esto tiene algo que ver con tu estado de
ánimo", "He pensado que podrías/podríamos visitar a un especialista
para que te ayude y me enseñe a mí cómo ser tu apoyo"...
En
este punto es importante tener en cuenta la edad del afectado, porque aunque
los cambios observados puedan ser similares, la acción de los cercanos será
diferente. Es decir, si es menor de edad, los padres o tutores habrán de
llevarle a un especialista, de igual modo que se le lleva al colegio o
instituto. Esto no invalida lo anteriormente dicho, es decir, la comprensión de
la situación no excluye la firmeza, y es preciso asumir que la responsabilidad
es de los adultos. En el caso de los mayores de edad, has de aceptar que serán
ellos quienes deberán dar el paso y tener paciencia para ello, recordándoselo
de vez en cuando y ofreciéndoles tu apoyo. Evidentemente, si hubiera algún
aspecto de su salud física o metal que te preocupara, podéis acudir a urgencias
o llamar a emergencias. Pero en ambos casos siempre es recomendable que acudas
a un experto o a una asociación para ayudarte a llevar a cabo esta
tarea».
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Los trastornos alimentarios son un grupo de enfermedades que se ponen de manifiesto en la conducta alimentaria, pero en las que detrás hay graves trastornos psicológicos y psiquiátricos que tienen como denominador común una percepción distorsionada del propio cuerpo y una identificación deformada de determinados valores con la imagen física. El inicio de estos trastornos suele estar entorno a los 15 años. Uno de los trastornos de la conducta alimentaria más graves es la anorexia nerviosa.
ResponderEliminarLa convivencia con una persona que sufre anorexia resulta muy complicada para una familia. La mayoría de las personas anoréxicas niega tener un trastorno alimentario porque sufre una distorsión de la percepción de su imagen corporal. Por tanto, uno de los mayores retos del tratamiento de la anorexia nerviosa consiste en ayudar a quien la padece a que sea consciente de su enfermedad.
Por lo común, afecta a chicas adolescentes con buen rendimiento académico, muy responsables y autoexigentes, con una personalidad perfeccionista inducida por una educación muy volcada hacia la consecución de metas.