Javier Costas, nos habla de esta cuestión
en uno de los capítulos de su libro Tranquilos, que yo controlo:
«Este es un tema bastante interesante. No hay ninguna normativa
que impida a un menor de edad conducir dentro de un recinto privado y cerrado
al tráfico. En Reino Unido encontré una iniciativa que ya nos gustaría tener en
España. A un precio muy similar al de una autoescuela convencional, Young
Driver da clases a niños que hayan cumplido once años y superen 1,42 metros de
estatura. Los chavales pueden empezar a conducir un coche de verdad en un
entorno simulado, con todas las garantías, instructores profesionales y con
lecciones que servirán para su futuro como conductores. Incluso tienen en el
catálogo de coches un Bentley Arnage —con 400 CV— para pasear en el asiento
trasero a los padres, obviamente con un instructor como copiloto. Ya tienen
montado un chiringuito de cuarenta y dos centros por todo el país.
¿Tendría viabilidad algo así en España? Sinceramente, no lo sé,
pero estoy seguro de que todos los chicos que pasaran por una escuela similar
iban a ser unos conductores de primera. La mente de un niño es una esponja y
absorbe los conocimientos con facilidad. Si desde el principio se adquieren
buenos hábitos se evita que en el futuro se tengan manías y defectos al
conducir. De todas formas, puede que estemos hablando más de una actividad
lúdica que de otra cosa.
Ahora nos podemos preguntar si tiene sentido que los menores de
edad puedan conducir, como etapa previa al examen de conducir (es decir, ya
próximos a la edad legal) y tras haber pasado por la autoescuela para lo más
fundamental. De esto se empezó a hablar en 2011, cuando la DGT lanzó un globo
sonda sobre la posibilidad de que pudiesen conducir acompañados por un adulto
con carné. Habría condiciones, claro, que el adolescente en cuestión hubiera
dado al menos veinte clases y tuviera el examen teórico aprobado. Tal y como
expliqué en el capítulo anterior, tengo serias dudas de que cualquier adulto
tenga las virtudes necesarias para enseñar en condiciones, por no mencionar la
posibilidad de transmitir manías de profesor a alumno.
Es una cuestión muy delicada, sin duda, pero la idea no es nueva.
En países como Alemania, Canadá, Francia, Suecia o Australia se hace desde hace
años. En Francia, por ejemplo, los aspirantes a «profesores» deben pasar un
examen previo, lo cual me parece estupendo. En Alemania, los «profesores» deben
cumplir también una serie de condiciones.
En España ya circulan unos cuantos adolescentes con los
cuadriciclos o microcoches que se pueden conducir con licencia de ciclomotor y
no son precisamente un peligro público. Y conducen solos o acompañados. En
Estados Unidos se puede empezar a conducir legalmente desde los 16 años y
pueden ir al instituto con coche, tal y como nos han recordado tantas películas
americanas.
Pero no pensemos automáticamente que es la mejor idea del mundo.
Según datos del IIHS, los accidentes de tráfico son la primera causa de muerte
no natural de los adolescentes de Estados Unidos y en los primeros meses hay
que tener cuidado al cruzarse con estos jóvenes conductores, aunque la mayoría
de los tortazos se los dan ellos solitos. Y curiosamente la posibilidad de
accidente se dispara cuando un adolescente conduce con otros tres adolescentes
en el coche. Menuda bomba hormonal en tan poco espacio.
Un fabricante especialmente concienciado con este problema es
Ford, que desarrolló un sistema de llaves restringidas denominado MyKey. Además
del doble juego de llaves normal al comprar el coche, se puede pedir una llave
adicional que identificará al conductor adolescente al ponerse al volante. El
propietario puede capar ciertas funciones del coche, como limitar el volumen
máximo del equipo de música (que no va a sonar si hay cinturones sin abrochar),
evitar que se sobrepase una velocidad determinada, no poder desconectar el
control de tracción (se evitarán derrapes y macarradas) o incluso recibir una
alerta si el coche sale de un área determinada.
Volkswagen está empezando a adoptar un sistema parecido con su
opción Car-Net Security & Service y sin duda se irán sumando más
fabricantes con servicios similares. Por cierto, quien habla de conductor
adolescente, habla de cualquier persona de dudosa fiabilidad a la que se le
preste el coche, como cuñados, primos, yernos, etc.
Esta
perversión tecnológica no tendría sentido si los vástagos cumpliesen al pie de
la letra las órdenes y condiciones de los padres, que son los que han pagado el
coche. No hace mucho tiempo fui adolescente y si mis padres me hubiesen dejado
el coche con un chivato electrónico que delatara mis posibles faltas (lo cual
habría implicado un castigo hasta el siglo XXII), me habría pensado muy mucho
hacer cualquier tipo de tontería con él».
Os recomendamos que podéis adquirir el libro Tranquilos, que yo controlo. Manual de conducción para gente de bien sin gastos de envío en la web de Meridiano Editorial, pinchando aquí.
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