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domingo, 5 de noviembre de 2017

Comprendiendo los TCA


Irene Alonso Vaquerizo, autora de "Ana y Mía, no quieren ser princesas", te cuenta en este post el proceso creativo de su libro, y lo que la motivó a escribirlo.


Desde Meridiano Editorial, deseamos que la lectura de este post te acerque un poco más a la  autora y te motive a la lectura de su libro.



Portada del libro de Irene Alonso Vaquerizo



"Ana y Mía no quieren ser princesas. La cara oculta de los trastornos alimentarios" es un libro que pretende favorecer la compresión y empatía de estas alteraciones, útil y práctico para afectados y  familiares. 

Los trastornos alimentarios son alteraciones psicológicas por lo tanto, no se eligen,  y conllevan sufrimiento. 


Busquemos ayudar y no juzgar a los que los padecen. 


En el siguiente post te resumimos los que puedes encontrar en sus páginas.    
 
La idea de escribir un libro de estas características empezó a rondarme cuando llevaba diez años trabajando con afectados y sus familias en  la asociación ADANER (Asociación en defensa de la atención de la anorexia nerviosa y bulimia), y tardé cinco años más en ponerme a hacerlo. Mi colaboración con esta asociación me ha permitido ver a estas alteraciones desde diferentes  ángulos y visiones, según las características del afectado y su familia. Es una experiencia  muy enriquecedora  y un complemento a mi práctica clínica. Mi participación en grupos de familiares y afectados me ha facilitado acercarme más a su entorno social, a sus problemas cotidianos y no solo a los síntomas. Fue esta visión familiar y social de los trastornos lo que me llevó a querer plasmarlo en un libro que resultase práctico y didáctico

Considero que es un libro útil, incluso para aquellos que  no padecen el problema y que  tienen curiosidad de conocer a las personas que los experimentan. Una aproximación al día a día de los afectados y sus familias, sin emitir juicios. 

Generar una actitud empática en el lector fue uno de mis principales objetivos. Para lograrlo era fundamental conocer a las personas que están detrás de los síntomas. 

Mi motivación era promover la comprensión frente al juicio

Cuando se conoce la situación que vive el otro es mucho más difícil criticarle. Me costó mucho encontrar la fórmula para lograrlo, fueron meses de pruebas y al final me decidí por intentar describir situaciones a través de historias de personas que padecían TA. Así surge la primera parte del libro, las seis historias que tienen de protagonistas a afectados de TA y sus familias. Al final de cada historia, intento ser didáctica explicando al lector lo que hay detrás de ciertas actitudes alteradas que expresa el protagonista. Con ello pretendo ayudar a entender con un lenguaje sencillo lo que se esconde detrás de las palabras: ansiedad, depresión, restricción alimentaria, atracón de comida…. 

El enfoque es realista, reflejo de quienes lo padecen, yendo más allá del prototipo de enfermo de TA. Personas con diferentes edades, caracteres, síntomas, necesidades…. Y su  universo familiar. No solo los sufren mujeres adolescentes, también hay adultas y hombres, aunque en menor número. 

Historias generadoras de esperanza apoyadas por los hallazgos de los últimos estudios, lo que espero contribuya a dar esperanza en que se puede superar un trastorno de este tipo. 

Práctico al estar basado en el conocimiento de años de observar  y escuchar a afectados y sus familias. 

Un libro comprensible para  todos  y solo para quienes  no se dedican al ámbito de la salud mental. 

El libro está estructurado en tres apartados

La primera parte son seis historias, y son a través de estas historias donde se muestran los diferentes trastornos alimentarios: anorexia, bulimia, trastorno no especificado y trastorno por atracón. 

Las historias están protagonizadas por cinco mujeres y un hombre, de esta forma intento mantener más o menos la proporción que señala que de diez casos uno será de un varón. Las edades también son diversas, una adolescente, dos mujeres jóvenes, una mujer y un hombre adultos y una mujer de edad madura.  Aunque la edad más habitual de comienzo de estos trastornos es la adolescencia, hay mujeres y hombres adultos que lo padecen, en algunos casos se iniciaron en la adolescencia y en otros debutaron en el trastorno a edades adultas. La variedad (edades, sexo, síntomas, personalidades, gravedad…) ayuda a que los lectores afectados puedan identificarse y también a conocer que estas alteraciones son diversas. Después de cada historia, doy algunas explicaciones clínicas para ayudar a comprender lo que le sucede al protagonista y su familia. 








En la segunda parte explico cómo se origina  y desarrolla el trastorno, las repercusiones en la salud física y psicológica, las posibles opciones de cambios con el entorno, la explicación de diferentes tratamientos, las dificultades en la aceptación de la alteración y del tratamiento, la preocupación familiar (no entender, angustiarse, culparse...) y la necesidad de su sana implicación en el proceso para el beneficio de ellos mismos y del afectado. 
En la tercera parte facilito una guía dirigida a que los familiares puedan convertirse en un apoyo sano durante el proceso de recuperación del trastorno. 


Espero que os ayude y que mantengáis la esperanza para seguir luchando.  

jueves, 28 de septiembre de 2017

Autores de Meridiano: Javier Costas Franco

Continuando con la presentación de nuestros autores, en este caso contamos con Javier Costas, autor de: "Tranquilos, que yo controlo", de Meridiano Editorial.

Como siempre desde que comenzamos esta serie, reproducimos las palabras del autor.



¿Por qué escribir sobre seguridad vial?



"Empecé mi carrera profesional a los 18 años, y desde entonces tuve un contacto habitual con el mundo de la seguridad vial, al que había estado ligado solo como alguien a quien le despertaba curiosidad. En todo este tiempo he comprobado que con una mayor educación vial, el número de accidentes, heridos y fallecidos bajaría de forma impresionante

Existe una profunda incultura sobre lo que esto significa y el impacto que tiene en toda la sociedad.


Aunque hoy día tenemos en España la siniestralidad histórica más baja -en relación al número de vehículos y gente que circulan- cada día fallecen en nuestro país entre tres o cuatro personas. En cierto modo nos hemos acostumbrado y creemos que, debido al progreso, es una cifra aceptable y que poco más se puede hacer por reducirla. Primer error

Prácticamente 9 de cada 10 accidentes se pueden explicar por un error humano, por descuido, negligencia o mala intención. Los coches autónomos bajarán la siniestralidad al mínimo en décadas, ¿y mientras tanto? Ahí entramos en juego nosotros, las personas.


Cuando escribí "Tranquilos, que yo controlo" intenté encontrar la forma de poder contar cosas aburridas, técnicas y desagradables a un público poco predispuesto a mirar ese contenido. Es más, pensé en la gente que solo ve el transporte por carretera desde una perspectiva 100% pragmática, como si fuesen electrodomésticos. Esa era mi idea, trasladar a la gente algo que le concierne en su día a día, pero que no le suele prestar atención. 



Portada del libro del autor


Espero que cada lector de "Tranquilos, que yo controlo" esté mucho más preparado para evitar situaciones peligrosas y pueda salir airoso de ellas. Lo que cuento en sus páginas me lo he aplicado a mí mismo multitud de veces, y de momento puedo decir que he salido siempre ileso, aunque me haya llevado más de un susto.

Todos tenemos responsabilidades en el tráfico, empezando por ser peatones, y no hace falta conducir un vehículo para sufrir un accidente. Es tan sencillo como ir despistado, mirando el móvil o dispersos en nuestros pensamientos. A veces una simple mala acción, descuido o torpeza puede tener grandes consecuencias. 




Ejemplo de accidente de tráfico





Solo hay que imaginar cómo serían nuestras vidas si los accidentes de tráfico y sus consecuencias se redujesen en un 90%. Pongamos todos de nuestra parte, y controlemos de verdad, porque aún queda tiempo para que los coches autónomos hagan de las carreteras un lugar tremendamente seguro."

lunes, 30 de enero de 2017

Contra los TCA: iniciar conversaciones

Ante la sospecha de la existencia de un trastorno alimentario, la psicóloga Irene Alonso Vaquerizo nos sugiere en su libro Ana y Mia no quieren ser princesas como ayuda a familiares y personas cercanas al afectado que, entre otras cosas, iniciemos conversaciones con este. Para ello nos da los siguientes consejos: 

«Puedes abordar este tema directamente, pero ten en cuenta que a veces no tendrá el efecto esperado. Una de las quejas más frecuentes de las personas cercanas al afectado, ya sea adolescente o adulto, es la dificultad para hablar del problema. La persona se suele mostrar esquiva, molesta o sorprendida, lo que genera mucha frustración y enfado en los cercanos. Voy a utilizar un ejemplo que seguro que todos podemos entender: para muchas personas es incómodo hablar de sus problemas aunque sea con su madre o pareja y esa resistencia se incrementa si la persona que saca el tema lo desconoce por completo, haciendo imposible ponerse en lugar del otro. Para hablar del tema podrá ayudarte observar la conducta de la persona e informarte de lo que puede estar pasando a través de libros o especialistas. Antes de abordar el tema hemos de preparar el terreno, prestar atención a como está la comunicación con el afectado. Si esta se halla en un buen momento podrás abordar la cuestión, para ello la información previa puede ser positiva. Sin embargo, hay que tener en cuenta que es bastante frecuente cuando aparece un problema de este tipo que las relaciones se tensen y crispen. Por tanto lo primero es favorecer la comunicación. ¿Cómo se hace eso? Pues con mucha paciencia y buena voluntad y sin perder el objetivo, que es ayudar al otro. Comienza por hablar de cualquier actividad común o de interés de la persona. Trata de desbloquear la situación, acércate con una atención sincera al otro. Una vez restablecida la comunicación, podréis expresar o comentar vuestras observaciones utilizando frases del tipo: "Hace tiempo que te noto nerviosa", "Te veo agobiado y descansas poco", "Te noto triste", "¿Sabes qué te pasa?", "¿Qué te preocupa?"... Es decir, comentar aquello que observes diferente en su actitud o en su comportamiento. Como verás no estoy diciendo nada respecto a la alimentación, la imagen corporal o el deporte. Estas manifestaciones, sobre todo cuando la comunicación no es buena, es mejor no abordarlas al principio de la conversación o en la primera charla, ya que sin duda habrá muchas más. No lo considero positivo por tres motivos:


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Primero
Lo que vemos desde fuera no es el problema. Las alteraciones con la comida, el peso, la imagen, etc..., solo son la punta del iceberg. Estas actitudes no son el centro de la cuestión, sino que este lo constituye el sufrimiento emocional. No darse cuenta de esto sería como regañar a alguien porque sus notas han bajado cuando resulta que tiene un problema de vista y no ve la pizarra. Además, predispone a la persona en contra, puesto que el trastorno es la única forma que ha encontrado para hallar la calma ante su malestar interno (ansiedad u otras emociones). En definitiva, es como querer parar los síntomas de una infección con analgésicos sin prestar atención a lo que la produjo. Aunque no sepamos su origen, sabemos que eso no cura, que solo quita el dolor.

Segundo
La insistencia a hablar de comida solo genera distanciamiento. Es posible que anteriormente ya se hayan hecho muchas referencias a la alimentación o al ejercicio, sin ningún resultado positivo. Del mismo modo tampoco recomiendo decir frases del tipo: "Ya sé lo que te pasa, tienes anorexia", "Comiendo así te vas a meter en un problema"... Recordemos que el problema es emocional, aunque ello pueda llevar a consecuencias físicas que, desde luego, habrán de considerarse en el tratamiento. Recuerda que tú no eres el experto, eres una persona de la confianza del afectado que pretende comunicar su preocupación y dar apoyo en el proceso.

Tercero:
Es preciso conocer la fase de conciencia en la que se encuentra el afectado, (es decir, la comprensión que tiene este de lo que le pasa). La conversación variará según la aceptación que el mismo tenga del problema y sus ganas de cambiar. 

En resumen, es posible que el afectado piense que no le sucede nada, que lo puede controlar, que no desea cambiar o bien que tenga miedo a no poder hacerlo... Es bastante frecuente que la persona no esté preparada para escuchar que eso que le sucede tiene un nombre. Por tanto, dado que tu interés primordial es acercarte para expresar tu preocupación, ayudar a que tome conciencia de su situación y generar un movimiento en el otro, utiliza un lenguaje que entienda y no le predisponga al enfado. Para ello, es necesario apoyarte en hechos observables como: "Últimamente no te veo reír", "Estás malhumorada por cualquier cosa", "Creo que no estás bien", "Yo estoy aquí para escucharte y ayudarte", "¿Qué podríamos hacer?"... Según como vaya esa primera conversación y en virtud también de la edad del afectado, podrás expresar más tus observaciones con la comida: "Estoy notando que estás preocupada por la figura y eso no te deja disfrutar", "Veo que has variado tu peso", "Estás tenso en las comidas", "Creo que esto tiene algo que ver con tu estado de ánimo", "He pensado que podrías/podríamos visitar a un especialista para que te ayude y me enseñe a mí cómo ser tu apoyo"...
En este punto es importante tener en cuenta la edad del afectado, porque aunque los cambios observados puedan ser similares, la acción de los cercanos será diferente. Es decir, si es menor de edad, los padres o tutores habrán de llevarle a un especialista, de igual modo que se le lleva al colegio o instituto. Esto no invalida lo anteriormente dicho, es decir, la comprensión de la situación no excluye la firmeza, y es preciso asumir que la responsabilidad es de los adultos. En el caso de los mayores de edad, has de aceptar que serán ellos quienes deberán dar el paso y tener paciencia para ello, recordándoselo de vez en cuando y ofreciéndoles tu apoyo. Evidentemente, si hubiera algún aspecto de su salud física o metal que te preocupara, podéis acudir a urgencias o llamar a emergencias. Pero en ambos casos siempre es recomendable que acudas a un experto o a una asociación para ayudarte a llevar a cabo esta tarea». 

Os recomendamos que podéis adquirir el libro Ana y Mia no quieren ser princesas. La cara oculta de los trastornos alimentarios sin gastos de envío en la web de Meridiano Editorial, pinchando aquí.

domingo, 8 de enero de 2017

El peligro de las dietas

Como señala Irene Alonso Vaquerizo en su libro Ana y Mia no quieren ser princesas, algo tan aparentemente inocuo como comenzar una dieta puede ser el desencadenante de un trastorno alimentario. Veámoslo en sus propias palabras:

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«Hacer dieta, sobre todo si no está monitorizada por un experto, favorece una mala regulación del organismo, y más aún si dura mucho tiempo y es muy restrictiva. No es lo mismo una dieta variada que incluya los alimentos básicos de la pirámide de alimentos, sin abusar de grasas, precocinados o bollería industrial, que otra que restrinja nutrientes. 
Estar a dieta de forma habitual dificulta experimentar las sensaciones de hambre y saciedad. Es decir, se altera la percepción de hambre al aprender a ignorar las indicaciones del organismo. Todo ello produce gran confusión en la persona, que empieza a preocuparse por lo que come y a temer excederse. De forma menos intensa, es posible que cualquier persona que haya estado a dieta un tiempo, aunque no padezca un TCA, haya podido experimentar cierta confusión o alteración de sus sensaciones internas o haber temido pasarse en la ingesta, aunque haya sido ligeramente.
Hacer dieta altera el set point o punto de ajuste del mantenimiento del peso corporal. Es un punto de referencia que tienen las estructuras cerebrales encargadas de la regulación de la ingesta y el peso corporal. En esta regulación influyen diversos factores: genéticos, niveles de leptina (hormona segregada por los adipocitos: células que almacenan grasa), actividad física (deporte y actividad en general) y peso habitual (el que se mantiene durante la mayor parte de la vida). Es decir, tendemos a mantener un peso. Algunos estudios sostienen que no es posible cambiarlo mientras otros afirman que sí, aunque para ello será necesario tiempo y adoptar nuevos hábitos que van más allá del mero hecho de hacer dieta. El punto de ajuste es el responsable de que una persona, cuando deja de hacer dieta, recupere el peso o incluso añada algún kilo más (lo que suele llamarse «efecto rebote»). En cualquier caso, el inicio de una dieta no es algo inocuo para el organismo y variar o eliminar la ingesta de ciertos alimentos de forma excesiva, sin control experto y mantenido en el tiempo, puede producir alteraciones en la persona a niveles físicos, emocionales, cognitivos y sociales:

Riesgos físicos: descenso de la grasa corporal y musculatura, trastornos gastrointestinales, pérdida de fuerza, alteraciones en el sueño, dolores de cabeza, sensación de mareo, aumento del frío corporal (en manos y pies), pérdida de cabello e incluso incremento de la sensibilidad a la luz y al ruido, entre otros.

Problemas emocionales: apatía, tristeza, culpa y cambios de ánimo, acompañados en ocasiones de irritabilidad y agresividad.

Alteraciones cognitivas: obsesión y preocupación por la alimentación, dificultad para la concentración y el aprendizaje, descenso de la comprensión y alteraciones en la capacidad para razonar.

Cambios sociales: descenso del interés en la realización de actividades con otros y aislamiento.

Debo recalcar que comenzar una dieta es el riesgo más directo e inmediato para padecer anorexia. Los episodios de restricción también podrán dar paso a la bulimia en la que, además de la reducción de la ingesta, aparecerán los atracones». 

Es preciso, por tanto, que presentemos atención a estas actitudes a las que ninguno de nosotros somos ajenos. Por supuesto que las dietas pueden ser muy beneficiosas e incluso imprescindibles en algunos casos, pero hay que tener en cuenta que si no se llevan a cabo con un seguimiento adecuado pueden producir alteraciones en nuestro organismo que es posible que lleguen a ser irreversibles o, al menos, muy costosas de deshacer. No es cuestión de volverse aprensivos, pero sí de no olvidar qué terreno estamos pisando. 

Os recomendamos que podéis adquirir el libro Ana y Mia no quieren ser princesas. La cara oculta de los trastornos alimentarios sin gastos de envío en la web de Meridiano Editorial, pinchando aquí.


lunes, 21 de noviembre de 2016

La historia de Elisa

Esta también es una historia, pero no tiene nada que ver con la que describía el post anterior. Además, en este caso, la escritora, la psicóloga Irene Alonso Vaquerizo, en su libro Ana y Mia no quieren ser princesas. La otra cara de los trastornos alimentarios, ha preferido ocultar tras ese nombre ficticio a otras «Elisas» reales. Porque tras esta «Elisa» se esconde la terrible realidad de la anorexia que sufren muchas «hijas perfectas». Sin duda, muchos padres reconocerán a sus hijas en la Elisa del relato de Irene.


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«Elisa tiene catorce años y está cursando 3º de la ESO. Es alta y morena con unos grandes ojos verdes, que es lo que más le gusta de ella y quizá lo único. Siempre fue una niña delgada, buena estudiante con notas muy altas, responsable, buena amiga de sus amigas, obediente y dócil.

Preocupada por las notas, todas las tardes hacía los deberes y no paraba de repasar hasta que estaba absolutamente segura de que se lo sabía todo. Cuando empezó la ESO, comenzó a levantarse antes por la mañana para estudiar. Cada vez tenía más dudas de poder superar los exámenes y se angustiaba si no lograba la nota esperada. Una calificación por debajo del sobresaliente se convertía en un auténtico drama y entraba en un estado de tristeza que favorecía su inseguridad y le generaba pensamientos de incapacidad, algo que superaba estudiando mucho más. Y aunque las calificaciones mejoraron, Elisa estaba cada vez más preocupada por sus estudios y nunca le parecía que su esfuerzo fuera suficiente. 
Sus padres se sentían muy orgullosos de esa niña tan responsable. Los profesores alababan sus éxitos en clase y la ponían como ejemplo en el aula. Sus compañeros no comprendían porque se entristecía tanto cuando no alcanzaba la calificación esperada e incluso alguno se burlaba de ella. Se sentía sola e incomprendida. 

Elisa no tiene hermanos, nació cuando sus padres eran mayores y habían abandonado la esperanza de tener hijos. Fue un regalo para ellos y para toda la familia. Tan buena, tan ordenada, tan estudiosa, tan constante, tan dulce, tan guapa, tan lista... un ejemplo continuo para sus primos.

Los padres, conscientes de las capacidades de su hija, le exigían buenas notas, incluso en materias en las que no destacaba. Pero la veían tan abatida cuando no obtenía altos resultados que solo podían apelar a su voluntad para animarla: «Tú eres capaz de mejorar, si te esfuerzas», «Puedes conseguir todo aquello que te propongas».
También favorecían la matriculación en actividades extraescolares como inglés y alemán. Querían darle todo lo mejor para que tuviera un futuro prometedor. Ella acudía contenta y también era un ejemplo para sus compañeros, siempre tenía los deberes hechos y alcanzaba buenas notas. 

Al tiempo, Elisa quiere mucho a sus abuelas y se siente preocupada por su salud. Va a visitarlas todas las semanas, algo que ellas agradecen y la convierten de nuevo en un ejemplo para sus primos.
Tiene una amiga del alma, Teresa, desde que entró en infantil. Es como su hermana, le cuenta todo y confía plenamente en ella. Con los demás compañeros se siente tímida e insegura. 

Pero Teresa no para de hablar de chicos y ella se siente incómoda. Ya no quiere hacer las cosas que le gustaban antes: patinar los sábados, pasear a los perros por las tardes, ver películas juntas... No le dice nada, pero nota cómo se va alejando de ella y tiene otras amigas nuevas. Cuando Teresa está con estas chicas, no es la misma. Se ríe, dice tonterías e incluso habla de hacer botellón. Elisa se queda sola dentro del grupo y pone excusas para no salir.

A menudo, siente que no le gusta su cuerpo. De pequeña se veía guapa pero, últimamente, no se ve bien delante del espejo. En clase tiene muchas compañeras que solo hablan de lo gordas que están y no paran de comentar dietas y trucos para parecer más delgadas. Elisa se siente como un bicho raro».

¿Quieres seguir leyendo «La historia de Elisa»? Entra AQUI y encontrarás un PDF con la continuación.

jueves, 27 de octubre de 2016

La culpa no es de Eugenia

Eugenia Cooney es una youtuber estadounidense que últimamente ha saltado a los medios por la enorme difusión que tienen sus videos, dedicados por lo general a belleza y moda. Pero no es la temática de estos videos la que ha llamado la atención del público en general, sino la extrema delgadez de Eugenia, una delgadez que ella luce orgullosa y que es la causa real del enorme número de seguidores (casi 900.000) que tiene en las redes sociales.Eugenia tiene 22 años y pesa como media 26 kg. Sin embargo, ella dice que su constitución es así, que está perfectamente y que no se está muriendo, como sugieren algunos. El hecho es que, por muchos problemas que su situación física pudiera acarrearle, lo más probable es que Eugenia sea una chica feliz. ¿Cómo no serlo si te admira casi un millón de personas?Atendiendo a los síntomas, hay muy poco margen de error si se diagnostica que Eugenia sufre evidentemente una anorexia nerviosa. Hablando en términos vulgares, hasta la propia Wiikipedia resulta ser muy didáctica en su definición de la anorexia: «enfermedad específica caracterizada por una pérdida autoinducida de peso acompañada por una distorsión de la imagen corporal». Este es, sin duda, el caso de Eugenia, que alguna vez ha declarado, probablemente no con demasiada conciencia, que desea ser «un esqueleto con piel»En los últimos días ha surgido una petición en change.org, que tiene ya 9.000 firmas, que respalda el cierre del canal de Youtube de Eugenia, utilizando como argumento principal que el público del canal está entre los 12 y los 21 años y que estos jóvenes están recibiendo un pésimo ejemplo en una edad especialmente sensible para sufrir trastornos alimenticios.Sin embargo, nosotros creemos que la realidad es más compleja. Resulta particularmente curioso el hecho de que Eugenia parece tener una excelente relación con su madre, con la que comparte algunos de sus videos (por lo que se ve en ellos, a juzgar por el aspecto de la madre esta no parece precisamente sufrir síntomas de anorexia o similar) hablando, maquillándose la una a la otra o bailando. ¿Alguien cree que el apoyo de 900.000 seguidores unido al de su madre van a hacer desistir a Eugenia de su actitud? Sinceramente, nos parece una ingenuidad.La anorexia, como otros trastornos alimentarios, es un fenómeno muy complejo que hay que analizar individualmente y en profundidad, porque cada caso es un mundo. Y si la curación es posible, esta no se consigue matando la libertad de expresión. Los seguidores de Eugenia acabarán encontrando otros cauces para expresarse, para compartir sus intereses, para relacionarse.

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Irene Alonso Vaquerizo acaba de publicar en MERIDIANO Ana y Mia ya no quieren ser princesas. El otro lado de los trastornos alimentarios, un libro que ayudará a comprender casos como el de Eugenia y otros trastornos a todos aquellos que se enfrentan a ellos por primera vez e incluso a lo que conociéndolos desean aprender más de ellos. Sus más de quince años de práctica profesional en esta materia la convierten por supuesto en una experta en el tema, pero con este libro Irene pretende ser, sobre todo, una compañera en el difícil camino para la comprensión de estos trastornos. Como ella dice, cuando alguien deja de comer o se comporta de una manera extraña con respecto a su físico, nunca se trata de un capricho. Detrás de esa actitud se esconde siempre algo más grave, como ella misma nos enseña: una personalidad en crisis y un ser humano con profundos problemas emocionales. Pero jamás un culpable. Más bien una víctima de una sociedad que promueve unos valores cuyas consecuencias no es capaz de asumir.

Os recomendamos que podéis adquirir el libro Ana y Mia no quieren ser princesas. La cara oculta de los trastornos alimentarios sin gastos de envío en la web de Meridiano Editorial, pinchando aquí