Esta también es una historia, pero no tiene nada que
ver con la que describía el post anterior. Además, en este caso, la escritora,
la psicóloga Irene Alonso Vaquerizo, en su libro Ana y Mia no quieren ser princesas. La otra cara de los
trastornos alimentarios, ha preferido ocultar tras ese
nombre ficticio a otras «Elisas» reales. Porque tras esta «Elisa» se esconde la
terrible realidad de la anorexia que sufren muchas «hijas perfectas». Sin duda,
muchos padres reconocerán a sus hijas en la Elisa del relato de Irene.
«Elisa tiene catorce años y está cursando 3º de la ESO. Es alta y morena con unos grandes ojos verdes, que es lo que más le gusta de ella y quizá lo único. Siempre fue una niña delgada, buena estudiante con notas muy altas, responsable, buena amiga de sus amigas, obediente y dócil.
Preocupada por las notas, todas las tardes hacía los deberes y no paraba de repasar hasta que estaba absolutamente segura de que se lo sabía todo. Cuando empezó la ESO, comenzó a levantarse antes por la mañana para estudiar. Cada vez tenía más dudas de poder superar los exámenes y se angustiaba si no lograba la nota esperada. Una calificación por debajo del sobresaliente se convertía en un auténtico drama y entraba en un estado de tristeza que favorecía su inseguridad y le generaba pensamientos de incapacidad, algo que superaba estudiando mucho más. Y aunque las calificaciones mejoraron, Elisa estaba cada vez más preocupada por sus estudios y nunca le parecía que su esfuerzo fuera suficiente.
Sus padres se sentían muy orgullosos de esa niña tan responsable. Los profesores alababan sus éxitos en clase y la ponían como ejemplo en el aula. Sus compañeros no comprendían porque se entristecía tanto cuando no alcanzaba la calificación esperada e incluso alguno se burlaba de ella. Se sentía sola e incomprendida.
Elisa no tiene hermanos, nació cuando sus padres eran mayores y habían abandonado la esperanza de tener hijos. Fue un regalo para ellos y para toda la familia. Tan buena, tan ordenada, tan estudiosa, tan constante, tan dulce, tan guapa, tan lista... un ejemplo continuo para sus primos.
Los padres, conscientes de las capacidades de su hija, le exigían buenas notas, incluso en materias en las que no destacaba. Pero la veían tan abatida cuando no obtenía altos resultados que solo podían apelar a su voluntad para animarla: «Tú eres capaz de mejorar, si te esfuerzas», «Puedes conseguir todo aquello que te propongas».
También favorecían la matriculación en actividades extraescolares como inglés y alemán. Querían darle todo lo mejor para que tuviera un futuro prometedor. Ella acudía contenta y también era un ejemplo para sus compañeros, siempre tenía los deberes hechos y alcanzaba buenas notas.
Al tiempo, Elisa quiere mucho a sus abuelas y se siente preocupada por su salud. Va a visitarlas todas las semanas, algo que ellas agradecen y la convierten de nuevo en un ejemplo para sus primos.
Tiene una amiga del alma, Teresa, desde que entró en infantil. Es como su hermana, le cuenta todo y confía plenamente en ella. Con los demás compañeros se siente tímida e insegura.
Pero Teresa no para de hablar de chicos y ella se siente incómoda. Ya no quiere hacer las cosas que le gustaban antes: patinar los sábados, pasear a los perros por las tardes, ver películas juntas... No le dice nada, pero nota cómo se va alejando de ella y tiene otras amigas nuevas. Cuando Teresa está con estas chicas, no es la misma. Se ríe, dice tonterías e incluso habla de hacer botellón. Elisa se queda sola dentro del grupo y pone excusas para no salir.
A menudo, siente que no le gusta su cuerpo. De pequeña se veía guapa pero, últimamente, no se ve bien delante del espejo. En clase tiene muchas compañeras que solo hablan de lo gordas que están y no paran de comentar dietas y trucos para parecer más delgadas. Elisa se siente como un bicho raro».
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