jueves, 27 de octubre de 2016

La culpa no es de Eugenia

Eugenia Cooney es una youtuber estadounidense que últimamente ha saltado a los medios por la enorme difusión que tienen sus videos, dedicados por lo general a belleza y moda. Pero no es la temática de estos videos la que ha llamado la atención del público en general, sino la extrema delgadez de Eugenia, una delgadez que ella luce orgullosa y que es la causa real del enorme número de seguidores (casi 900.000) que tiene en las redes sociales.Eugenia tiene 22 años y pesa como media 26 kg. Sin embargo, ella dice que su constitución es así, que está perfectamente y que no se está muriendo, como sugieren algunos. El hecho es que, por muchos problemas que su situación física pudiera acarrearle, lo más probable es que Eugenia sea una chica feliz. ¿Cómo no serlo si te admira casi un millón de personas?Atendiendo a los síntomas, hay muy poco margen de error si se diagnostica que Eugenia sufre evidentemente una anorexia nerviosa. Hablando en términos vulgares, hasta la propia Wiikipedia resulta ser muy didáctica en su definición de la anorexia: «enfermedad específica caracterizada por una pérdida autoinducida de peso acompañada por una distorsión de la imagen corporal». Este es, sin duda, el caso de Eugenia, que alguna vez ha declarado, probablemente no con demasiada conciencia, que desea ser «un esqueleto con piel»En los últimos días ha surgido una petición en change.org, que tiene ya 9.000 firmas, que respalda el cierre del canal de Youtube de Eugenia, utilizando como argumento principal que el público del canal está entre los 12 y los 21 años y que estos jóvenes están recibiendo un pésimo ejemplo en una edad especialmente sensible para sufrir trastornos alimenticios.Sin embargo, nosotros creemos que la realidad es más compleja. Resulta particularmente curioso el hecho de que Eugenia parece tener una excelente relación con su madre, con la que comparte algunos de sus videos (por lo que se ve en ellos, a juzgar por el aspecto de la madre esta no parece precisamente sufrir síntomas de anorexia o similar) hablando, maquillándose la una a la otra o bailando. ¿Alguien cree que el apoyo de 900.000 seguidores unido al de su madre van a hacer desistir a Eugenia de su actitud? Sinceramente, nos parece una ingenuidad.La anorexia, como otros trastornos alimentarios, es un fenómeno muy complejo que hay que analizar individualmente y en profundidad, porque cada caso es un mundo. Y si la curación es posible, esta no se consigue matando la libertad de expresión. Los seguidores de Eugenia acabarán encontrando otros cauces para expresarse, para compartir sus intereses, para relacionarse.

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Irene Alonso Vaquerizo acaba de publicar en MERIDIANO Ana y Mia ya no quieren ser princesas. El otro lado de los trastornos alimentarios, un libro que ayudará a comprender casos como el de Eugenia y otros trastornos a todos aquellos que se enfrentan a ellos por primera vez e incluso a lo que conociéndolos desean aprender más de ellos. Sus más de quince años de práctica profesional en esta materia la convierten por supuesto en una experta en el tema, pero con este libro Irene pretende ser, sobre todo, una compañera en el difícil camino para la comprensión de estos trastornos. Como ella dice, cuando alguien deja de comer o se comporta de una manera extraña con respecto a su físico, nunca se trata de un capricho. Detrás de esa actitud se esconde siempre algo más grave, como ella misma nos enseña: una personalidad en crisis y un ser humano con profundos problemas emocionales. Pero jamás un culpable. Más bien una víctima de una sociedad que promueve unos valores cuyas consecuencias no es capaz de asumir.

Os recomendamos que podéis adquirir el libro Ana y Mia no quieren ser princesas. La cara oculta de los trastornos alimentarios sin gastos de envío en la web de Meridiano Editorial, pinchando aquí

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