Pero lo cierto es que eso de «tener mala memoria» no es del todo verdad. Salvo que tengamos algún problema neurológico, si no recordamos las cosas que queremos no es que «tengamos mala memoria», sino que sin darnos cuenta nos estamos refiriendo a otra cosa.
Hoy en día estamos acostumbrados casi más a hablar de la memoria artificial que de la nuestra propia. Es decir, cuando pensamos en términos de «memoria» nos viene con frecuencia a la mente un ordenador o algún otro dispositivo similar. Pero no hay tanta diferencia entre estos cacharros y nuestra memoria humana, ambos están más cerca de lo que pensamos.
Bacterias convertidas en dispositivos de memoria para almacenamiento de datos genómicos
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Hay algo que hace que se parezcan los ordenadores y nuestro cerebro y es que para que una información sea susceptible de grabarse en ellos ha de tener el formato adecuado. Los ordenadores necesitan archivos que cumplan con una serie de códigos y nuestro cerebro... también. Lo que ocurre es que los códigos que utiliza nuestro cerebro son diferentes, en parte más sencillos y en parte más complejos. Pero tenemos la ventaja de que si la información está en condiciones, podremos grabar muchas más cosas y de naturaleza más variada que las que podría admitir una memoria electrónica.
¿Por qué entonces decimos que tenemos «mala memoria»? Pues porque queremos ser como ordenadores (y en realidad lo somos en buena parte) pero no sabemos preparar los datos para almacenarlos como hacen ellos. Creemos que las informaciones se almacenarán en nuestro cerebro porque sí y no nos damos cuenta de que las cosas no funcionan de esta manera. El cerebro necesita que se las demos de una forma determinada, que sigamos unas pautas, que ordenemos los datos. En resumidas cuentas, necesita que nos esforcemos en recordar. Pero también es cierto que si lo hacemos obtendremos resultados con creces e incluso nos sorprenderemos de todo aquello que ni siquiera sospechábamos que seríamos capaces de memorizar.
Como vemos, nuestro error estriba en que la comparación con los ordenadores la realizamos mal. Creemos que la memoria de un ordenador funciona de forma tan fácil e inmediata como coger un archivo y darle al botón «grabar». En realidad, así es, pero a menudo olvidamos que ese archivo debe cumplir un montón de requisitos informáticos para poder ser grabado y que en el momento en que tan solo uno de ellos falle, el archivo se corromperá o resultará ilegible y la información se perderá.
Exactamente lo mismo ocurre con el cerebro humano. O le damos los datos de forma que «le gusten» o los ignorará y nos encontraremos con esa incómoda sensación de «mente en blanco».
Luis Sebastián Pascual, en su libro La pastilla verde. Técnicas de memorización para mayores de 40 años nos enseña cómo tenemos que organizar nuestros datos de manera efectiva para poder memorizarlos. Por supuesto que esta operación exige esfuerzo, pero es también enormemente divertida y, sobre todo, resulta muy gratificante. Y cómo no habría de serlo, si lo que hasta ayer nos resultaba imposible, acaba resultando cada día más fácil y descubrimos que nuestra memoria no era ese páramo yermo que temíamos sino un campo infinito que crece y crece a medida que lo cultivamos. Qué mayor satisfacción.
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