Hay que decir que Sylvia creó este personaje precisamente para acercarnos al contenido del libro, para que no se nos hiciera tan ardua la comprensión del universo digital. La verdad es que no lo es, pero lo cierto es que con la ayuda y la compañía de Clara las cosas resultan mucho más fáciles todavía.
Cuando nos encontramos con un libro de «informática» siempre pensamos que su comprensión va a ser dificultosa, que nos vamos a encontrar con un rollo monumental que quizás no estamos preparados siquiera para entender. En el caso de El mundo transparente, esto no es así en absoluto. No solo no son necesarios conocimientos técnicos para leer el libro, sino que lo que realmente se busca es que el lector reflexione sobre en qué consiste realmente ese mundo digital. El objetivo de la autora es que nos paremos a pensar respecto a dónde nos dirigimos, qué clase de mundo estamos creando y a qué sociedad estamos dando lugar.
Todo lo anterior no son temas triviales y constituyen en realidad la esencia del libro. Y es que mucho más importante que el funcionamiento de Google —que, por lo demás, no deja de ser algo muy atractivo— o los mecanismos que articulan las redes sociales, lo verdaderamente interesante del planteamiento de Sylvia es cómo son las formas que rigen los nuevos sistemas de producción, el dinero, las nuevas relaciones laborales, los impuestos... Hemos creado un mundo nuevo y ese mundo, entre otras cosas, necesita leyes y normas nuevas, puesto que ya no nos sirven aquellas que gobernaban nuestro mundo físico.
¿Y qué papel juega Clara en todo esto? Pues es sencillo. Clara es una mujer mayor, una persona que ha crecido en un mundo sin informática y, por tanto, alguien que llega virgen a enfrentarse con esta realidad. Tiene el gran inconveniente de su ignorancia —que, lógicamente, el libro de Sylvia le despeja— pero también tiene la gran ventaja de su frescura. Clara, al igual que ocurre con nuestros hijos, se acerca a la informática con naturalidad e ingenuidad. A veces, del mismo modo que los niños, se equivoca, y pretende obtener cosas como hablar con Google, porque «me ha desaparecido el botón de enviar». Sin embargo, está en mejores condiciones quizá que nosotros de aplicar el sentido común y así conciliar ambos mundos, ese en el que ha crecido y se ha desarrollado y este otro, el mundo digital que, aunque no conoce bien, sabe que será —o, mejor dicho, que ya es— el lugar en el que se desarrollará nuestra vida y en el que habremos de vivir nuestro futuro, ese futuro que, insistimos, ya es presente.
Os sugerimos que, de la mano de Clara, os adentréis en ese mundo fantástico que es El mundo transparente. En realidad, ya estamos en él, así que ¿por que no intentar comprenderlo un poco más? Clara nos ayudará a ello, tenedlo por seguro.
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