Para aquellos que desconocen a los sobredotados, resulta chocante en ocasiones que personas que demuestran fácilmente su brillantez a la hora de realizar razonamientos complejos o llevar a cabo tareas de gran dificultad intelectual, encuentren al mismo tiempo enormes obstáculos para desenvolverse socialmente de una manera productiva, eficaz y gratificante.
Marta Eugenia Rodríguez de la Torre, en su libro ¿Hay alguien ahí? Luces y sombras de la sobredotación trata muy sutilmente esa cuestión a través de la figura de Miguel, el protagonista ficticio del libro.
A lo largo de sus páginas, Marta va desgranando las diferentes etapas del crecimiento de Miguel y perfilando la construcción de sus relaciones y su desarrollo emocional. Resulta curioso observar, dejándose llevar por la sabia y certera mirada de la autora, cómo Miguel va interactuando con el mundo y generando o sufriendo las consecuencias de las diferentes relaciones que establece. A través de su personaje, Marta nos enseña la llamativa hipersensibilidad de muchos sobredotados que, según el ambiente en el que se desarrollen, pueden estar abocados a la incomprensión más absoluta, lo cual es un fenómeno que a la inversa raramente sucede, porque es raro que los sobredotados no sean comprensivos con las flaquezas o la falta de inteligencia de los demás. Simplemente, parecen usar un doble rasero: mientras aplican la indulgencia con el prójimo, son terriblemente duros consigo mismos. No es que sean mejores o peores personas que los demás, es que su mente hiperlógica les permite ser mucho más objetivos, y por ende comprensivos, con el resto que con ellos mismos. Ahí reside en ocasiones su talón de Aquiles: los sobredotados no son buenos para analizarse y menos aún para juzgarse, por lo que demasiado a menudo acaban siendo víctimas de personas más irresponsables, ignorantes, egoístas o simplemente crueles, y ven frustrados sus talentos por caer en manos de personas de esas características que con frecuencia los utilizan o no los tratan como sería lógico o razonable.
Evidentemente, esto no pasa siempre. Pero cuando no ocurre es porque entre el sobredotado y los que le rodean existe un clima de comprensión, entendimiento y respeto. Ese es el reto que tenemos todos: ayudar a desarrollar una convivencia fructífera entre personas de diversas capacidades. No es un reto imposible, ni mucho menos. Pero hay que empezar por desarrollar el conocimiento para poder llegar a la comprensión. Dependerá de nosotros y tendremos que esforzarnos, porque todavía nos queda mucho camino por recorrer.
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