jueves, 27 de octubre de 2016

Los sobredotados y las emociones

Probablemente la mayor dificultad vital de un sobredotado consiste en desarrollarse emocionalmente de manera sana. Es la capacidad de gestionar sus emociones, de administrar su inteligencia en suma, el principal caballo de batalla con el que estas personas tendrán que lidiar a lo largo de su vida.
Para aquellos que desconocen a los sobredotados, resulta chocante en ocasiones que personas que demuestran fácilmente su brillantez a la hora de realizar razonamientos complejos o llevar a cabo tareas de gran dificultad intelectual, encuentren al mismo tiempo enormes obstáculos para desenvolverse socialmente de una manera productiva, eficaz y gratificante.

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Marta Eugenia Rodríguez de la Torre, en su libro ¿Hay alguien ahí? Luces y sombras de la sobredotación trata muy sutilmente esa cuestión a través de la figura de Miguel, el protagonista ficticio del libro.
A lo largo de sus páginas, Marta va desgranando las diferentes etapas del crecimiento de Miguel y perfilando la construcción de sus relaciones y su desarrollo  emocional. Resulta curioso observar, dejándose llevar por la sabia y certera mirada de la autora, cómo Miguel va interactuando con el mundo y generando o sufriendo las consecuencias de las diferentes relaciones que establece. A través de su personaje, Marta nos enseña la llamativa hipersensibilidad de muchos sobredotados que, según el ambiente en el que se desarrollen, pueden estar abocados a la incomprensión más absoluta, lo cual es un fenómeno que a la inversa raramente sucede, porque es raro que los sobredotados no sean comprensivos con las flaquezas o la falta de inteligencia de los demás. Simplemente, parecen usar un doble rasero: mientras aplican la indulgencia con el prójimo, son terriblemente duros consigo mismos. No es que sean mejores o peores personas que los demás, es que su mente hiperlógica les permite ser mucho más objetivos, y por ende comprensivos, con el resto que con ellos mismos. Ahí reside en ocasiones su talón de Aquiles: los sobredotados no son buenos para analizarse y menos aún para juzgarse, por lo que demasiado a menudo acaban siendo víctimas de personas más irresponsables, ignorantes, egoístas  o simplemente crueles, y ven frustrados sus talentos por caer en manos de personas de esas características que con frecuencia los utilizan o no los tratan como sería lógico o razonable.
Evidentemente, esto no pasa siempre. Pero cuando no ocurre es porque entre el sobredotado y los que le rodean existe un clima de comprensión, entendimiento y respeto. Ese es el reto que tenemos todos: ayudar a desarrollar una convivencia fructífera entre personas de diversas capacidades. No es un reto imposible, ni mucho menos. Pero hay que empezar por desarrollar el conocimiento para poder llegar a la comprensión. Dependerá de nosotros y tendremos que esforzarnos, porque todavía nos queda mucho camino por recorrer.

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