lunes, 30 de enero de 2017

Contra los TCA: iniciar conversaciones

Ante la sospecha de la existencia de un trastorno alimentario, la psicóloga Irene Alonso Vaquerizo nos sugiere en su libro Ana y Mia no quieren ser princesas como ayuda a familiares y personas cercanas al afectado que, entre otras cosas, iniciemos conversaciones con este. Para ello nos da los siguientes consejos: 

«Puedes abordar este tema directamente, pero ten en cuenta que a veces no tendrá el efecto esperado. Una de las quejas más frecuentes de las personas cercanas al afectado, ya sea adolescente o adulto, es la dificultad para hablar del problema. La persona se suele mostrar esquiva, molesta o sorprendida, lo que genera mucha frustración y enfado en los cercanos. Voy a utilizar un ejemplo que seguro que todos podemos entender: para muchas personas es incómodo hablar de sus problemas aunque sea con su madre o pareja y esa resistencia se incrementa si la persona que saca el tema lo desconoce por completo, haciendo imposible ponerse en lugar del otro. Para hablar del tema podrá ayudarte observar la conducta de la persona e informarte de lo que puede estar pasando a través de libros o especialistas. Antes de abordar el tema hemos de preparar el terreno, prestar atención a como está la comunicación con el afectado. Si esta se halla en un buen momento podrás abordar la cuestión, para ello la información previa puede ser positiva. Sin embargo, hay que tener en cuenta que es bastante frecuente cuando aparece un problema de este tipo que las relaciones se tensen y crispen. Por tanto lo primero es favorecer la comunicación. ¿Cómo se hace eso? Pues con mucha paciencia y buena voluntad y sin perder el objetivo, que es ayudar al otro. Comienza por hablar de cualquier actividad común o de interés de la persona. Trata de desbloquear la situación, acércate con una atención sincera al otro. Una vez restablecida la comunicación, podréis expresar o comentar vuestras observaciones utilizando frases del tipo: "Hace tiempo que te noto nerviosa", "Te veo agobiado y descansas poco", "Te noto triste", "¿Sabes qué te pasa?", "¿Qué te preocupa?"... Es decir, comentar aquello que observes diferente en su actitud o en su comportamiento. Como verás no estoy diciendo nada respecto a la alimentación, la imagen corporal o el deporte. Estas manifestaciones, sobre todo cuando la comunicación no es buena, es mejor no abordarlas al principio de la conversación o en la primera charla, ya que sin duda habrá muchas más. No lo considero positivo por tres motivos:


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Primero
Lo que vemos desde fuera no es el problema. Las alteraciones con la comida, el peso, la imagen, etc..., solo son la punta del iceberg. Estas actitudes no son el centro de la cuestión, sino que este lo constituye el sufrimiento emocional. No darse cuenta de esto sería como regañar a alguien porque sus notas han bajado cuando resulta que tiene un problema de vista y no ve la pizarra. Además, predispone a la persona en contra, puesto que el trastorno es la única forma que ha encontrado para hallar la calma ante su malestar interno (ansiedad u otras emociones). En definitiva, es como querer parar los síntomas de una infección con analgésicos sin prestar atención a lo que la produjo. Aunque no sepamos su origen, sabemos que eso no cura, que solo quita el dolor.

Segundo
La insistencia a hablar de comida solo genera distanciamiento. Es posible que anteriormente ya se hayan hecho muchas referencias a la alimentación o al ejercicio, sin ningún resultado positivo. Del mismo modo tampoco recomiendo decir frases del tipo: "Ya sé lo que te pasa, tienes anorexia", "Comiendo así te vas a meter en un problema"... Recordemos que el problema es emocional, aunque ello pueda llevar a consecuencias físicas que, desde luego, habrán de considerarse en el tratamiento. Recuerda que tú no eres el experto, eres una persona de la confianza del afectado que pretende comunicar su preocupación y dar apoyo en el proceso.

Tercero:
Es preciso conocer la fase de conciencia en la que se encuentra el afectado, (es decir, la comprensión que tiene este de lo que le pasa). La conversación variará según la aceptación que el mismo tenga del problema y sus ganas de cambiar. 

En resumen, es posible que el afectado piense que no le sucede nada, que lo puede controlar, que no desea cambiar o bien que tenga miedo a no poder hacerlo... Es bastante frecuente que la persona no esté preparada para escuchar que eso que le sucede tiene un nombre. Por tanto, dado que tu interés primordial es acercarte para expresar tu preocupación, ayudar a que tome conciencia de su situación y generar un movimiento en el otro, utiliza un lenguaje que entienda y no le predisponga al enfado. Para ello, es necesario apoyarte en hechos observables como: "Últimamente no te veo reír", "Estás malhumorada por cualquier cosa", "Creo que no estás bien", "Yo estoy aquí para escucharte y ayudarte", "¿Qué podríamos hacer?"... Según como vaya esa primera conversación y en virtud también de la edad del afectado, podrás expresar más tus observaciones con la comida: "Estoy notando que estás preocupada por la figura y eso no te deja disfrutar", "Veo que has variado tu peso", "Estás tenso en las comidas", "Creo que esto tiene algo que ver con tu estado de ánimo", "He pensado que podrías/podríamos visitar a un especialista para que te ayude y me enseñe a mí cómo ser tu apoyo"...
En este punto es importante tener en cuenta la edad del afectado, porque aunque los cambios observados puedan ser similares, la acción de los cercanos será diferente. Es decir, si es menor de edad, los padres o tutores habrán de llevarle a un especialista, de igual modo que se le lleva al colegio o instituto. Esto no invalida lo anteriormente dicho, es decir, la comprensión de la situación no excluye la firmeza, y es preciso asumir que la responsabilidad es de los adultos. En el caso de los mayores de edad, has de aceptar que serán ellos quienes deberán dar el paso y tener paciencia para ello, recordándoselo de vez en cuando y ofreciéndoles tu apoyo. Evidentemente, si hubiera algún aspecto de su salud física o metal que te preocupara, podéis acudir a urgencias o llamar a emergencias. Pero en ambos casos siempre es recomendable que acudas a un experto o a una asociación para ayudarte a llevar a cabo esta tarea». 

Os recomendamos que podéis adquirir el libro Ana y Mia no quieren ser princesas. La cara oculta de los trastornos alimentarios sin gastos de envío en la web de Meridiano Editorial, pinchando aquí.

1 comentario:

  1. Los trastornos alimentarios son un grupo de enfermedades que se ponen de manifiesto en la conducta alimentaria, pero en las que detrás hay graves trastornos psicológicos y psiquiátricos que tienen como denominador común una percepción distorsionada del propio cuerpo y una identificación deformada de determinados valores con la imagen física. El inicio de estos trastornos suele estar entorno a los 15 años. Uno de los trastornos de la conducta alimentaria más graves es la anorexia nerviosa.
    La convivencia con una persona que sufre anorexia resulta muy complicada para una familia. La mayoría de las personas anoréxicas niega tener un trastorno alimentario porque sufre una distorsión de la percepción de su imagen corporal. Por tanto, uno de los mayores retos del tratamiento de la anorexia nerviosa consiste en ayudar a quien la padece a que sea consciente de su enfermedad.
    Por lo común, afecta a chicas adolescentes con buen rendimiento académico, muy responsables y autoexigentes, con una personalidad perfeccionista inducida por una educación muy volcada hacia la consecución de metas.

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