martes, 3 de enero de 2017

Los deseos de una sobredotada

Como sabéis, Marta E. Rodríguez de la Torre es la autora del libro ¿Hay alguien ahí?, en el que narra la vida de un sobredotado ficticio, Miguel, recorriendo desde su nacimiento hasta su muerte. El libro destila tales dosis de conocimiento y empatía que habría sido imposible que hubiera sido escrito por una persona que no fuera sobredotada. Los que conocemos a Marta sabemos que ella es capaz de esto y de muchísimo más, porque su inteligencia es tan deslumbrante que no deja lugar a dudas sobre su condición. Pero, antes que nada, Marta es sobre todo una gran persona y una gran docente, de modo que queremos comenzar el año con sus mejores deseos, los mismos que podéis encontrar en el epílogo de su libro. Brindamos por ellos.



Marta Eugenia Rodríguez de la Torre, Meridiano Editorial, Hay alguien ahí, sobredotación, superdotados, altas capacidades


«Parafraseando a Pedro Salinas en su poemario La voz a ti debida: a mí también me gustaría vivir en los pronombres, donde solo el tú y el yo bastaran sin etiquetas ni condiciones, sin tiempo ni espacio. Así, en la total y absoluta convicción de que el ser humano es solo uno y de que no existen circunstancias que amparen diferencias ni procesos que conlleven dolor. Quizá por eso escribo poesía, y pinto cuadros de tonos rotundos y absolutos con pasta de plomo y lacas de bombilla. Algunas veces quisiera que no existieran culturas ni países diferentes, ni etapas de la historia con evoluciones y retrocesos, ni niños que lloran, ni flores que se marchitan, ni soles que tienen la imperiosa necesidad de acostarse para dormir. Tal vez por eso, cuando compongo música me aferro a los calderones con todas mis fuerzas para ralentizar los tiempos, y adoro los lentos de los compases binarios donde parece que la obertura será una sucesión infinita de silencios y notas acompasadas. Y cuando la partitura acaba, siempre necesito una coda más en el pentagrama. Eso debe ser porque todavía soy joven (aunque no tanto como quisiera), ya que aún me sorprendo con la velocidad y me da miedo que llegue un día donde no tenga ni una palabra que escribir, ni una pincelada que dar, ni una nota que escuchar. Quizás es porque trabajo en lo que quiero y no me vendo por ningún precio.

Pero sé que las cosas nunca son como uno quiere, sino que existen así, aunque solo podamos percibir una parte de su realidad. Y que existen personas discapacitadas, capacitadas y sobredotadas. Todas ellas piensan distinto, sienten diferente, buscan lo que no encuentran, tienen hambre y sed. Significan una paradoja para cada cruce de caminos y para cada árbol y cada gota de agua. A mí no me resulta difícil vivir con ellas, a lo mejor porque no representa su compañía ni una ventaja, ni una amenaza, ni un peligro, ni un problema. Quizás soy una auténtica rara avis, porque de todas estas personas aprendo, con todas comparto algo, y a las que quiero en mi vida no las selecciono por su comportamiento, sino por su capacidad para ser. Me explico: para mí las personas son o no son. Son aquellas que dan lo mejor de sí mismas, las que hacen lo que deben, entendiendo por tal no dañar a nadie ni buscar lo que perjudica a la persona humana en cualquiera de sus vertientes, las que van de frente y no tienen esquinas, las que dan problemas (aunque no lo pretendan) porque siempre buscan lo justo, lo bueno y lo bello, las que son responsables pero no culpables: en definitiva, aquellas con las que puedo contar en los días azules y en los días negros. No es fácil sufrir una discapacidad de cualquier género, que limita y mucho algunas facetas de la vida, pero peores son las cortapisas del alma, las cerrazones del corazón y los enconos vengativos que a nada conducen. Tampoco es fácil ser un capacitado y quizás no llegar a fin de mes, o estar enfermo, o haber sufrido una pérdida irreparable. Y es que todos durante la vida contamos con piedras en el camino, arrugas en los años y reveses que afrontar, seamos sobredotados o no. La vida no es para nadie lo que espera, tampoco representa lo que uno anhela, ni se ajusta a nuestros deseos como un guante a la mano, sino que es un espejo donde mirarse y contemplarse, más allá de nuestra imagen, no solo con los ojos y no solo una vez.

Al hablar de sobredotados en estas páginas no he pretendido cerrar un círculo, o aventurar las márgenes de un río, ni tan siquiera establecer los parámetros sobre los que circula su realidad, sino trazar una elipse, contemplar la lluvia y dibujar en el aire a qué huelen las rosas cuando se abren. Eso significa dar un paso más hacia la comprensión de las diferencias que presenta la naturaleza humana, aproximarse al progreso (que no es otra cosa que un futuro dotado de mejores condiciones de vida para cada hombre y cada mujer), establecer un campo de actuación donde resulte posible entender y entendernos. Porque las personas necesitamos entender para poder actuar, aunque, muchas veces, lo que comprendemos no es suficiente, no basta para dar un paso más adelante e ir un poco más lejos, o un poco más adentro. Cuando nos damos cuenta de la existencia de un árbol, podemos plantearnos regarlo, cuando descubrimos que vuela un pájaro, consideramos la posibilidad de un nido cercano.


Yo quiero un mundo donde todas las personas tengan el lugar que les pertenece, independientemente de su naturaleza, y deseo y necesito en mi mundo la presencia de esa variedad que representa el contacto con personas discapacitadas, capacitadas y sobredotadas».


Os recomendamos que podéis adquirir el libro ¿Hay alguien ahí? Luces y sombras de la sobredotación sin gastos de envío en la web de Meridiano Editorial, pinchando aquí

2 comentarios:

  1. Es una maravilla de texto. Sobredotación de belleza. Mis respetos y mi amistad.

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  2. Muchas gracias por tu comentario, Iñaki. Desde Meridiano te podemos asegurar que Marta es realmente así. Es difícil encontrar una persona más limpia de corazón y con un cerebro tan despierto que, si no fuera porque ella lo pone fácil, no habría manera de alcanzarla.
    Un saludo.

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