viernes, 9 de diciembre de 2016

¿Por qué se produce un trastorno alimentario?

Es frecuente que los problemas nos sorprendan. Y más aún los problemas psicológicos. A veces parece como si surgieran de la nada, que aparecieran cuando todo parece ir bien. Pero en realidad eso no es así casi nunca. Lo que la mayoría de la veces ocurre es que no somos sensibles a lo que está sucediendo. Lo confundimos con otras cosas, le quitamos importancia o directamente nos negamos a ver el problema.
Para los padres resulta especialmente difícil ser objetivos. Están pendientes de sus hijos —a veces en exceso— pero hay cosas de ellos que a veces no entienden, que no les encajan y que en muchos casos, por esas razones, se niegan a admitir.
Los trastornos alimentarios, como otros problemas psicológicos, pertenecen a esa categoría de problemas que suelen resultar difíciles de afrontar. Empiezan muchas veces por ignorarse o por quitárseles importancia para pasar a continuación a la extrañeza y caer finalmente en el desconcierto. Es por eso que este tipo de trastornos suelen recibir un tratamiento tardío, es decir, se reclama atención cuando el problema se halla en una fase avanzada y la persona afectada ya presenta unos síntomas tan innegables que ni la más pertinaz ceguera podría ocultarlos.
Pero insistimos en que estos trastornos no salen de la nada, no suceden porque sí. Irene Alonso Vaquerizo en su libro Ana y Mia no quieren ser princesas lo explica con todo detalle. En su práctica profesional y tras una ya larga carrera dedicada al tratamiento de estos trastornos, ha identificado una serie de factores comunes en las personas que los sufren y que, sin duda, explican la génesis y el desarrollo del trastorno. Esta es la breve introducción de los mismos que realiza en su libro:

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FACTORES DE RIESGO O DE VULNERABILIDAD

La aparición de este tipo de alteraciones es el resultado de un tejido que se va formando con los años. Hay una gran variedad de factores de riesgo clasificados en tres grupos: predisponentes, precipitantes y perpetuantes o mantenedores.

Predisponentes

La persona tiene unas determinadas características genéticas, físicas, de personalidad, familiares y sociales, que denominaremos predisponentes. Como su nombre indica, favorecen la posible aparición de un TCA. Se encuentran desde el inicio de la vida y hacen al individuo más vulnerable al trastorno. Pueden ser sobrepeso, baja autoestima, inseguridad e introversión, obesidad y perfeccionismo, prejuicios sociales respecto a la obesidad, malos hábitos alimenticios en la familia y la presión familiar por la figura.

Precipitantes

Además de estos predisponentes, es necesario que tengan lugar uno o varios sucesos para que el trastorno se desencadene. Estos son los llamados factores precipitantes. Son estresores de la vida de muy diversa índole: cambio de vivienda, comentarios negativos sobre la figura, insatisfacción general con uno mismo o el propio estrés. También pueden ser factores precipitantes una ruptura sentimental, la pérdida de un ser querido y, sobre todo, el inicio de una dieta. Un ejemplo para entender el efecto de estos precipitantes sería verlos como la gota que derrama ese vaso lleno de características predisponentes.

Mantenedores

Son los que prolongan la evolución del trastorno, una vez se ha desencadenado el proceso. Por ejemplo, una alimentación incorrecta que genera desnutrición, refuerza la imagen corporal negativa y provoca fluctuación de los estados del ánimo, ansiedad, depresión o  irascibilidad, entre otros.

Como se puede ver —y se describe mucho más detalladamente en el libro de Irene Alonso Vaquerizo— nada sucede por casualidad. La buena noticia es que si se dispone de la debida información estos trastornos son previsibles y, en esa misma medida, evitables. De nuestra voluntad por erradicarlos depende su desaparición.

Os recomendamos que podéis adquirir el libro Ana y Mia no quieren ser princesas. La cara oculta de los trastornos alimentarios sin gastos de envío en la web de Meridiano Editorial, pinchando aquí.


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