lunes, 5 de diciembre de 2016

La realidad de la sobredotación

A menudo consideramos que sabemos cosas que en realidad ignoramos. Esto nos ocurre a todos y es normal. La razón es que con frecuencia simplificamos y agrupamos bajo una palabra nuestras ideas preconcebidas. El problema surge cuando la realidad nos devuelve la pelota, lo cual sucede cuando esas ideas chocan contra ella. No falla, da igual de qué estemos hablando, siempre es así.
La sobredotación —término ahora más políticamente correcto, pero equivalente al de superdotación— es un ejemplo claro de esto. Si le preguntamos a alguien que desconozca esta realidad qué es un sobredotado contestará indefectiblemente que alguien muy listo y se imaginará una persona (normalmente un niño) probablemente con gafas de empollón, un tanto repipi y que sabe muchísimo de algo, como si se tratara de un catedrático en miniatura o alguien así.
Lo cierto es que este tipo de niños sobredotados existe. Hay chavales que responden a ese esquema, eso es innegable. Sin embargo, la mayoría de los sobredotados desgraciadamente no son así. Tenemos que decir algo que ahora no gusta oír y es que los sobredotados son diferentes. No son solo personas con un cociente de inteligencia mayor —que, obviamente, lo son, así se define la sobredotación— sino que son personas con una sensibilidad distinta y en ocasiones muy superior a la de las personas que antes llamaríamos normales y que hoy denominamos, sin duda más acertadamente, capacitadas. Por eso, en las primeras fases de la vida, en la que la atención a los niños es esencial, lo es doblemente la detección y la atención a los sobredotados, no solo para que puedan desarrollar sus capacidades intelectuales sino para que desarrollen también sus capacidades emocionales. En la etapa inicial de la vida, si estas personas no reciben los cuidados necesarios y tienen el seguimiento adecuado no es solo que se puedan limitar sus potencialidades estudiantiles y las laborales del futuro, sino que se puede producir una frustración emocional profunda, al sentir que no son entendidos o que son despreciados. Por eso, el drama no es ya que estas personas no lleguen a desarrollar su brillantez, sino que si no cuentan con la atención necesaria su inteligencia puede volverse en su contra y llegar a convertirse en «infradotados» emocionales, incapaces incluso de madurar y de llevar una vida normal. Por eso hablábamos antes de la diferencia. Por supuesto que es importante que los sobredotados se integren con las demás personas —de niños al principio y más tarde con el resto de la sociedad— pero para ello, al menos en las primeras etapas, es necesario que los tratemos de forma distinta (lo cual no implica separación ni segregación de ningún tipo) a los demás, ya que en el mejor sentido del término sin duda lo son. Igual que un vaso de vidrio es diferente de uno de plástico y aquel necesita mucho más cuidado que este —puesto que se puede romper con facilidad mientras que eso es algo mucho más difícil que suceda con el plástico— los sobredotados necesitan que les ayudemos a entender a aquellos que no son como ellos y sobre todo a entenderse a sí mismos. Al mismo tiempo, los que no lo somos debemos aprender a aceptarles, a comprender su manera de hacer —en ocasiones muy diferente de la nuestra— y a proporcionarles el mejor sustrato para que sus capacidades florezcan.

Sobredotación, Altas Capacidades, Marta Eugenia Rodríguez de la Torre, superdotados, libros


Mucha gente se sorprende cuando se entera de las enormes cifras de fracaso escolar que hay entre los sobredotados. Mucha gente no sabe que muchos sobredotados acaban desempeñando tareas laborales muy por debajo de sus capacidades. Por último, muchas personas desconocen que la vida emocional de muchos sobredotados es un infierno y que viven en el más completo aislamiento rodeados de un océano de incomprensión.
Abramos los ojos a la realidad. A día de hoy, aunque resulte paradójico y sin duda sea triste, la sobredotación es una discapacidad. Resulta chocante que sea así, pero lo es, aunque la razón está más en nuestra incapacidad de comprender que en la suya de adaptarse. Pensemos que tenemos un Fórmula 1 y lo hacemos correr por el medio del campo. Evidentemente no sería capaz de recorrer ni diez metros seguidos. ¿Qué conclusión sacaríamos? ¿Que el coche es una porquería? Evidentemente no, sino que por ese firme un coche de esas características no puede desplazarse, aunque puedan hacerlo otros muchos digamos «peores» sin ninguna clase de problema. Sin embargo, si lo colocamos sobre una autopista no habrá vehículo que lo alcance. Con los sobredotados ocurre lo mismo. Ante todo debemos entender su sensibilidad, esa sensibilidad que los hace débiles si no les ayudamos a crecer y, como decíamos antes, a desarrollar sus capacidades intelectuales pero también y, sobre todo, humanas.
Marta E. Rodríguez de la Torre en su libro Hay alguien ahí nos recuerda todas estas cosas. Nadie mejor que una sobredotada como ella para contarnos de primera mano esta realidad con un objetivo primordial: enseñarnos a hacer lo posible por cambiarla.

Os recomendamos que podéis adquirir el libro ¿Hay alguien ahí? Luces y sombras de la sobredotación sin gastos de envío en la web de Meridiano Editorial, pinchando aquí

No hay comentarios:

Publicar un comentario