viernes, 4 de noviembre de 2016

Una cuestión de salud

En principio puede resultar un poco raro el título de este post, teniendo en cuenta que vamos a hablar de un libro de conducción y seguridad vial.
Sin embargo, si nos paramos a analizarlo un momento, lo cierto es que no resulta tan extraño. Conducir es una necesidad, un placer o ambas cosas. En cualquier caso, es una actividad más de nuestra vida y, como tal, comporta unos riesgos. Este pequeño matiz es el que, aunque lo conozcamos de sobra, a menudo olvidamos: que la conducción comporta riesgos. Y que, precisamente por eso, debemos esforzarlos por conjurarlos para hacer que disminuyan al máximo y, en un futuro ideal, para llegar a eliminarlos, por nosotros y por los demás. Porque esa es una de las características que tiene la conducción: no solo somos responsables de nosotros sino indirectamente de todos los demás. Conductores y peatones nos conciernen y debemos estar tan atentos a ellos como a nosotros mismos.
En este sentido, es fundamental no olvidar tampoco esto último, es decir, no dejarnos de lado a nosotros mismos. Y es que, del mismo modo que no haríamos el amor con un desconocido sin utilizar un preservativo, no tomaríamos el sol sin usar una crema protectora adecuada o, simplemente, no saldríamos a la calle sin paraguas en un día de temporal, tampoco tiene sentido que nos subamos a un coche sin tomar una serie de precauciones, la mayoría de ellas muy sencillas, pero absolutamente básicas. Hagámoslo por los demás también pero, en primer lugar, por muy egoísta que suene, por nosotros mismos.

Tranquilos que yo controlo, Javier Costas, conducción, seguridad vial, motor, vehículo










Esta es una de las cosas que nos enseña Javier Costas Franco en su libro Tranquilos, que yo controlo. Manual de conducción para gente de bien. Como experto en seguridad vial, Javier nos recuerda todas aquellas normas que debemos cumplir para una circulación segura, así como las consecuencias de todo tipo que tiene o puede tener no practicarla. Y no lo hace con espíritu moralista ni legalista (aunque es obvio que debemos atenernos a la ley), sino con un sentido informativo, didáctico y eminentemente práctico, con objeto de que sepamos de verdad cómo tenemos que comportarnos para hacer las cosas bien.
Y aquí es donde se explica el sentido del título de este post: porque si antes no estuviéramos convencidos, a estas alturas ya deberíamos ser conscientes de que la seguridad vial es ante todo un problema de salud y como tal debemos de tratarlo. A bordo de un coche o fuera de él, estamos obligados a mantener nuestra protección si no queremos estar a merced de las circunstancias y expuestos a que nuestra vida se trunque o, lo que es en realidad peor, truncar la vida de terceros por una negligencia nuestra. Lamentablemente, por el momento seguirá habiendo accidentes, pero es nuestra obligación minimizar su número y sus consecuencias. Eso se llama prevención y la prevención es salud. Algo que cada vez que subimos a un coche, aunque sea para recorrer unos pocos metros, deberíamos tener en cuenta siempre, que conducir es una cuestión de salud.

Os recomendamos que podéis adquirir el libro Tranquilos, que yo controlo. Manual de conducción para gente de bien sin gastos de envío en la web de Meridiano Editorial, pinchando aquí.

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