¿De qué estamos hablando? Pues del universo digital, ese nuevo mundo que estamos creando entre todos, que conforma nuestras vidas y las conformará todavía más en el futuro.
A lo mejor convendría repetir esto, porque quizá lo hayamos escuchado pero a lo mejor no lo hemos comprendido: hemos creado un mundo nuevo. Desde el descubrimiento de América no podíamos utilizar esa expresión. Y resulta que ahora, de repente, hemos diseñado una tecnología que hace realmente que nuestra vida cambie, que las relaciones sean diferentes, que el conocimiento se universalice, que el comercio no tenga fronteras, que... ¿Somos capaces de pensar lo lejos que estábamos de esto hace solo cincuenta años?
Pero ese mundo nuevo, precisamente por serlo, no es como el que conocíamos, sino que tiene su propio funcionamiento y sus propias normas —o falta de ellas—, del mismo modo que ofrece grandes ventajas y no menos inquietantes peligros. Pero lo que es evidente es que ya no podemos salir de él. Lo vemos simplemente con nuestros móviles: estos se han convertido en una extensión de nuestro cuerpo de la cual nos resulta imposible prescindir.
Sylvia Díaz-Montenegro conoce bien la realidad del mundo digital. La conoce porque lleva «toda la vida» inmersa en ella y trabajando en ella. Sin embargo, su fascinación por esta nueva realidad no le impide vivir en el «mundo real» y, sobre todo, enseñarnos a los habitantes de este a transitar por el nuevo mundo. Por ello, en su libro El mundo transparente, Sylvia nos propone hacer un viaje para entender un poco mejor qué es eso del universo digital, cómo funcionan esas máquinas que parecen gobernar nuestra existencia y qué hay detrás de esos sistemas que quieren, todavía sin éxito, parecer humanos. Desde «por qué es tan listo» Google, pasando por el funcionamiento de las redes sociales y abordando temas como la sharing economy (o economía compartida), Sylvia nos invita a realizar este recorrido que nos llevará indefectiblemente a preguntarnos no solo dónde estamos sino a dónde queremos ir. Porque, como señalábamos antes, este nuevo mundo es realmente nuevo y ello nos obliga a crear la infraestructura que ha de sustentarlo: necesitamos una nueva ética para poder afrontar las nuevas relaciones, pero también nuevas formas para plantear modelos diferentes de trabajo, de empresa, de comercio y de propiedad razonables y justos. Es posible que no nos hayamos parado a pensar en todo esto y en toda la tarea que tenemos por delante. Porque el universo digital ya está aquí y ha venido para quedarse. Y nosotros en él, porque nos guste o no, todos sabemos que ya es demasiado tarde para escapar.
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