Esta forma de actuar es muy laboriosa, pero tiene una parte divertida o, por lo menos, emocionante. Y es que nos permite jugar un poco a ser una especie de hados juguetones, porque en un momento dado nos plantamos con nuestra varita delante del autor o autora elegidos y descaradamente les soltamos nuestra propuesta.
Y nuestra propuesta no se puede decir que sea muy buena, la verdad. Vivimos en una época en la que se leen pocos libros, eso es de sobra conocido, lo que significa que a nuestros queridos autores no les hacemos propuestas millonarias (ni siquiera milenarias).
Sin embargo, debe ser porque son «masocas», muchos las aceptan, a sabiendas de que en muchos casos van a hipotecar un año de su vida con ese maldito librito que un desalmado les invitó un día a escribir.
Algún mal pensado podrá pensar que si no es el dinero lo que mueve a los autores (y lo que nos mueve a nosotros, dicho sea de paso) es el ego. Pues no, al menos en el caso de nuestros autores nada más lejos de la realidad. Todos y cada uno de ellos se mueven sobre todo por una cosa que parece haberse quedado algo desfasada en estos tiempos y que es el afán de servicio. Ellos, al igual que nosotros, saben que nuestros libros, modestamente, son útiles para muchas personas y que ese y no otro es su objetivo.
Así son nuestros libros. Libros para todo el mundo, pero dirigidos a lectores tan diferentes como los temas que tratan. Libros sencillos, pero no simples. Libros que no son manuales de recetas, sino que señalan caminos, proponen ideas, invitan al lector a actuar.
Este año 2016 ha sido el primer año de la editorial. En este tiempo hemos publicado cinco libros, de los cuales estamos orgullosos y agradecidos a sus autores. Como decíamos, cada uno es distinto y, sin embargo, todos tienen un nexo común que va configurando la línea editorial de Meridiano.
Por eso hoy queremos rendir un pequeño homenaje a esos autores que nos han ayudado a construir la editorial y sin los cuales obviamente no seríamos nada.
En primer lugar, gracias a Marta E. Rodríguez de la Torre, autora de ¿Hay alguien ahí?, por haber creído en nosotros cuando no teníamos más que una idea y mucha ilusión.
Gracias también a Sylvia Díaz-Montenegro, por haber enfrentado con valentía un tema tan complejo como el de la sociedad digital en El mundo transparente.
Gracias a Luis Sebastián Pascual por habernos puesto las pilas de nuestra memoria con La pastilla verde. Gracias a Javier Costas por recordarnos que conducir es algo más que sentarse a los mandos de un coche con su libro Tranquilos, que yo controlo. Y, por último, gracias a Irene Alonso Vaquerizo por ayudarnos a comprender la difícil realidad de los trastornos alimentarios en Ana y Mia no quieren ser princesas.
A todos ellos, a los que vendrán y a vosotros, lectores, muchísimas gracias por acompañarnos en esta andadura.
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